La palabra, el uso de la palabra y la intención que lleva la palabra. Es una de las experiencias que al comprobarlo, me ha sorprendido más en los últimos años. He aprendido que la palabra dentro de los modelos sociales es como el agua. Y tomando lo que algunas comunidades de origen piensan del agua, que es como la sangre del territorio. Ellos piensan que así como esté al agua, estará el territorio. Por lo que así como esté la palabra, estará el modelo social en el que vives. La palabra como la sangre de la sociedad.
Esta mañana he ido a comprar una ensaimada, una de esas espirales dulces, que según dicen algunas fuentes es una idea de los templarios y que comenzaron a hacerlas en los hornos antiguos que había en el barrio del Temple en Palma de Mallorca. Barrio que aún existe, lo voy a visitar la primera semana de marzo, al aceptar una invitación para llevar la palabra allí.
Hay mañanas que me gusta tomar una ensaimada, cuando voy a tomar café en una cafetería del pueblo, un ritual de tomar esa espiral pensando en todas aquellas personas que defendieron la buena palabra de corazón, "el biendecir". Hoy he ido a un horno, donde las hacen de forma tradicional, sin procesos industriales. Uno de los que queda en el lugar donde vivo. He ido con dos intenciones. Una, disfrutar de la ensaimada hecha con el tiempo sin prisa, el tiempo de siempre, con manos humanas que aman lo que hacen. Sienta aún mejor al cuerpo cuando colaboramos con ese tipo de actividades.
La otra, investigar unas palabras, lo que llamamos, un comentario. Una persona la semana pasada hizo un comentario que me extrañó mucho en relación al cierre de ese horno, donde hacen dulces al estilo tradicional. Al llegar y preguntar a la mujer que hace de dependienta, acerca del comentario del cierre del horno, responde ella: “hacía tiempo que no venía nadie con ese comentario, no sabemos quien debe ocuparse de decir esas palabras. Por ahora no vamos a cerrar, continuamos, aunque claro, algún día nos jubilaremos”.
La palabra y sus consecuencias, además de la intención que sumas a tu palabra, como si de una salsa se tratase. Lo que he descubierto estos últimos años confirma lo que dicen muchas tradiciones de origen. Como por ejemplo la tradición Tolteca, que Don Miguel Ruiz ha difundido por todo el mundo en su libro: “Los 4 acuerdos”. Uno de esos 4 acuerdos es: “sé impecable con tus palabras”. Y luego tenemos otro gran temazo, sobre todo de nuestros tiempos. Como reacciona la otra persona con esa palabra, aunque eso será para otro día, jajaja.
La palabra es alquimia pura. He ido recorriendo el Camino de la vida, hasta este momento, tomando consciencia de la palabra con multitud de experiencias del poder, la magia que contienen y el impacto que producen las palabras. Sobre todo con la intención que las nombramos, hacia nosotros, hacia otros u otras situaciones. Es como si la vida fuera un gran lienzo en blanco y así como uso la palabra, además de la intención para que sale de mí. Que relación tiene lo que digo con el amor. Y así sale el cuadro de la vida donde ando metido jejeje. Es alucinante.
Mientras escribo, llega un ejemplo de hace años, recuerdo un día en el que fui a visitar a mi madre, dentro del periodo en el que estaba en el proceso creativo de Un Latido Universal, la película documental del corazón. Al llegar ese día ella dijo muy asustada: “en la familia me han dicho que estás en una secta, que te has hecho de los testigos de jehová y por eso hablas tanto del corazón ahora”.
La verdad es que por dentro me moría de la risa. Solo que Adoración, mi madre, lo vivía en total pánico. Eso tenía consecuencias: aumentaba el tono de su voz, la agitación, el nerviosismo, la angustia. Todo para ejercer la presión necesaria que ella creía que podría ayudar a sacarme de la secta, en la que no estaba. La realidad no tenía nada que ver con las palabras que le escuchaba decir a ella, sino todo lo contrario. Hasta el momento de su fallecimiento no pudo deshacerse de esa idea: "estaba metido en algo malo”. Como la realidad del horno de las ensaimadas. Nada que ver la realidad del horno con las palabras y comentarios que corren por el pueblo dicendo que van a cerrar.
La palabra es poderosa en sí misma, es una vibración que sale de tí y “llega al mundo”. Nos lo mostró Masaru Emoto y sus investigaciones acerca de cómo la palabra modifica el estado del agua. Tremendas las fotografías que hizo en sus investigaciones, dieron la vuelta al mundo, y él también. Pude verlo en Palma de Mallorca hace ya años. Le recuerdo salir a un escenario delante de centenares de personas que fuimos a verle. Apareció con unos calcetines blancos en unas sandalias que parecían muy cómodas, con una energía en su presencia de humildad, sencillez y calma, compartiendo y hablando de su descubrimiento, como la vibración afecta al estado molecular del agua. Además de tomar consciencia de que el cuerpo del ser humano es más del 70% es agua. Sumando que todos los seres vivos de la Tierra están conformados por agua. De hecho el agua ahora mismo, es el elemento con el que los seres humanos comenzamos a tener graves problemas.
¿Fluye tu palabra en la vida cotidiana? está presa tu palabra de algunas condiciones, que obstaculizan la armonía. ¿Crees que no hay importancia en las palabras que usas? y cómo la usas, porque no ves el efecto de inmediato al soltarlas, justo cuando la has dicho. Te animo a que observes el efecto, además es una práctica que no depende de nadie, por ahora es gratuita. Puedes tomar las palabras que quieras, puedes animarte a usar otras de las que venías usando, para expresar lo que sientes en las situaciones, cambiarlas si las que usas no son útiles para colaborar con lo que tu corazón quiere.
Para acabar hoy compartir una experiencia. Desde hace unos años siento gracia y plenitud con el proceso de transformación vivido. Gratitud de todo lo sucedido desde nacer hasta llegar a estas líneas. Además del estreno de la película documental y sus consecuencias, que se sintetizan en la frase donde digo: “nunca podía haber imaginado, que la vida fuera tan maravillosa y preciosa como ahora puedo verla”. Y para celebrarlo lo que se me ocurría decir era: “si mañana mismo me dispararse alguien un tiro, moriría en paz” con el ánimo de decir que se habían cumplido tantas cosas en mi vida, tantas experiencias que han sobrepasado con creces cualquier idea que tuve en la juventud de cómo sería mi vida. Era una forma, la que se me ocurría de expresar que estaba agradecido, a través de una muerte y de esa triste manera. Solo para dejar saber, que me daba lo mismo.
Será que no hay ejemplos amables para celebrar. Para poner como ejemplo, llamar a alguien a que te dispare y que te asesine, como si eso fuera una muerte en paz, no es necesario. Dejé de repetirlo, aunque incluso alguna vez aparece en el pensamiento durante la conversación, solo que ya no dejo que salga por mi boca. Es una maravilla, una bendición que nos podamos ver. Que podamos darnos cuenta del uso de nuestras palabras. Sobre todo por un motivo precioso, contando con que somos portadores de una fuente de belleza para su uso. Cuando las palabras brotan del corazón en la vida cotidiana, es como cuando te acercas a un manantial de agua fresca y limpia de alta montaña. El que lo ha vivido, lo sabe, sabe de las consecuencias de tomar ese agua.