Apostar por sentir en estos tiempos de separación, de extremos. Recordar que violencia, su etimología, está relacionada con algo que se exagera, y que eso, causa dolor. Violencia que separa la experiencia natural de la vida donde todo se armoniza. Entonces ¿el dolor es posible que conviva con la alegría? Todo un temazo el dolor, sentir dolor, crear dolor.
Además de tantos tipos que se da en estos tiempos, ya que se incrementan las formas de dolor. Miedo a sentir dolor que nos puede llevar a la aceptación de experiencias de desequilibrio tremendas. Tan tremendamente diversas que nos separan de una forma natural, una actitud sencilla, que integra el dolor. En lugar de silenciarlo, con todas las consecuencias o convertirlo en un estilo de vida que anula la alegría sencilla y natural.
Las dos fórmulas, que no son mágicas, aunque tienen muchos clientes en el mundo, traen consecuencias que nos apartan de la calma del alma que impulsa la confianza creativa. Una vida con sentido, sentir pase lo que pase, ofrezca lo que nos ofrezca "el mundo". Hay que hacer un esfuerzo para no ser atraídos por el imán del ruido del entretenimiento vacio que incrementa el consumo de la vida en la Tierra. Un caos, que como un tornado, va arrastrando todo en su camino, hasta las almas.
Aún quedan modelos sociales o tradiciones, que son como tornados, que arrasan toda vida que encuentran, la convierten en materia prima en el nombre de una producción. Parece que le tienen alergia a la alegría. Vacian al humano de su vida en el nombre de los recursos humanos. Lo convierten en polvo que se vuelve a integrar en la Tierra, de donde sale. Somos polvo que regresamos al polvo, como en pocos días nos lo recuerda ese día de algunas tradiciones al que llamamos “el día de la ceniza”. Recuerdo la primera vez que estuve en unos crematorios en la India. Estar en presencia de la muerte para vivir.
Varanasi, lugar sagrado para las tradiciones hindúes, donde todo se junta. Lugar en el que mientras caminas por sus calles, puedes cruzarte a cualquier hora, con grupos de personas que llevan a hombros los cuerpos difuntos a los crematorios que están junto a la orilla del Ganga. Nacer y fallecer como puntos inevitables de sentir la vida en la Tierra. Un viaje en el que se puede dar, aunque no siempre es así, morir durante la existencia. Morir mientras sigues el viaje. Morir para renacer. Aunque también se puede dar, aceptar morir en vida, seguir muerto hasta dejar el cuerpo.
Dentro del tornado en el que andamos en estos tiempos, se toma consciencia que ya no es algo local el cambio. El cambio de ciclo no es de un solo lugar, territorio, tradición, bandera, etc., que ademas no me afecta en el día a día. Sino que el caos comienza a extenderse en todas direcciones, de varios tipos, afectando de multitud de formas. Y como siempre, también, dentro de todo este gran lío, de desmoronamiento, caducidad de los modelos sociales ya agotados y comienzo global de una etapa común del humano y su relación en y con la Tierra, hay una fórmula mágica.
Cuando compartes el dolor, sea del tipo que sea, se hace menos dolor. Siempre y cuando sea sincero el momento al que te entregas. Compartir el dolor sincero. No tanto compartir desde una queja que quiere continuar con el dolor como estilo de vida, perpetuar el dolor, llevarlo allí donde vayas, sembrarlo por donde camines, hacer del dolor un estilo de vida, es lo que se llama hacerlo crónico, un bucle. Cuentas con la posibilidad, a cada paso, de estar dispuesto a que el dolor se torne claridad.
El dolor cuando se comparte de manera abierta, se hace menos dolor.
A la vez, la alegría cuando se comparte, se hace más alegría.
Cuando la alegría es real, sin aumentos, una realidad auténtica. No tanto la simulación de la alegría tan extendida en nuestros tiempos que promueven de forma permanente, una alegría de postal. Parece más una alergia, una alergia a una forma natural de vivir sin exageraciones, o sea sin violencia, en este precioso lugar lleno de Vida.
La alegría natural, relacionada con la confianza, es una alegría que se multiplica allí donde vaya, no se disuelve de forma sencilla, así como el humo se disuelve con la brisa, en el aire. La alegría encarnada de manera natural es una fuerza de la eternidad. Es un algoritmo del flow, tan curioso como el amor y el miedo. Como cuando se habla del miedo de forma sincera, cuando se comparte con otro ser humano. Comienza a disolverse en el instante en que se vive esa experiencia. El amor cuando es real, espontáneo, al ser compartido se multiplica también en ese mismo instante.
Dolor y miedo junto a la alegría y el amor. Tiempos de contraste donde todo se afina de forma inevitable. Es la Vida Eterna y los elementos en la Tierra. Los seis elementos haciendo su labor en este lugar maravilloso donde se renueva la vida como siempre ha sido, es y será. Ánimo humano con el dolor, el miedo, la alegría y el amor. Me atrevo a decir que si el corazón lidera el rumbo de tu senda, descubrirás cómo todo se una de una forma asombrosa.
"Contamos desde el nacimiento con la posibilidad, la responsabilidad de sentir la fuerza del amor, que sabemos que es verdadero y no permitir que el mundo que nos rodea, ahogue el amor en nosotros mismos." - Lucas Johnson -