Un gesto de amor todos los días
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Esta adolescencia tardía se manifiesta de muchas formas.
La más típica diría que es aquella en la que la persona sigue siendo “un eterno rebelde”, lleno de sueños, pero sin metas concretas por alcanzar. Se presenta una resistencia, sin razones precisas, a adaptarse a la vida adulta. No se acepta el mundo como es, pero tampoco se adelantan acciones concretas y reflexionadas para cambiarlo.
A la vez muchas veces los padres de un adolescente son los primeros en resistirse a que este crezca. Más allá del apego afectivo, lo que puede estar animándolos para que actúen de esa manera es su propio miedo a envejecer o a hacerse cargo de su vida. Por eso, ellos mismos se encargan de prolongar la dependencia económica, afectiva y psicológica.
En general, la sociedad moderna ha construido el mito de que la juventud es la única etapa digna de ser vivida. No por nada se ha edificado una prolífica industria de la cosmética, en donde poco menos de la mitad de los productos está destinada a “retrasar el envejecimiento”. La palabra “adulto” le resulta antipática a muchos. Suena seria y apagada. Suena a responsabilidad, lo cual sería lo contrario de juventud.
Eso solo se descubre cuando uno decide hacerse cargo de uno mismo y vence el miedo a hacerlo. Si se renuncia a ello, es probable que una cierta inconformidad se apodere de nosotros. Se vuelve crónica, sin que nos demos cuenta, y ello nos lleva a privarnos de grandes experiencias.
La invitación a no aceptar los modelos sociales que enferman se convierte en una transformación de la energia para crear algo que lo convierte en caducado.
La más típica diría que es aquella en la que la persona sigue siendo “un eterno rebelde”, lleno de sueños, pero sin metas concretas por alcanzar. Se presenta una resistencia, sin razones precisas, a adaptarse a la vida adulta. No se acepta el mundo como es, pero tampoco se adelantan acciones concretas y reflexionadas para cambiarlo.
A la vez muchas veces los padres de un adolescente son los primeros en resistirse a que este crezca. Más allá del apego afectivo, lo que puede estar animándolos para que actúen de esa manera es su propio miedo a envejecer o a hacerse cargo de su vida. Por eso, ellos mismos se encargan de prolongar la dependencia económica, afectiva y psicológica.
En general, la sociedad moderna ha construido el mito de que la juventud es la única etapa digna de ser vivida. No por nada se ha edificado una prolífica industria de la cosmética, en donde poco menos de la mitad de los productos está destinada a “retrasar el envejecimiento”. La palabra “adulto” le resulta antipática a muchos. Suena seria y apagada. Suena a responsabilidad, lo cual sería lo contrario de juventud.
Eso solo se descubre cuando uno decide hacerse cargo de uno mismo y vence el miedo a hacerlo. Si se renuncia a ello, es probable que una cierta inconformidad se apodere de nosotros. Se vuelve crónica, sin que nos demos cuenta, y ello nos lleva a privarnos de grandes experiencias.
La invitación a no aceptar los modelos sociales que enferman se convierte en una transformación de la energia para crear algo que lo convierte en caducado.