Desde hace años he sentido curiosidad por los hábitos y la forma de vivir del ser humano en diversos lugares, tradiciones, culturas, creencias, economías, territorios, etc. Diversas formas de organizarse y pertenecer a algo común ha sido una necesidad a lo largo de la historia que hemos conocido hasta ahora.
Aunque ¿ES posible? vivir sin tener la necesidad de entregárselo, pertenecer a un grupo de los inventados por las personas, hacerse de algo para llenar ese vacío, el de sentir pertenencia. ¿ES posible sentirse amado por la Vida?.
Solo por nacer ya pertenecemos al colectivo que vive en la Tierra, somos humanidad y universalidad a la vez, somos hijos de la Tierra y el Cosmos, sin esa aparente obligación de tener que elegir una de las dos cosas. Eres el Universo en la Tierra representado por el latido de tu corazón, el latido como la señal que llevas desde el nacimiento, hasta el final de los días, el latido universal que nos recuerda permanentemente quien somos. El río de la vida que fluye en la maravillosa aventura de tu corazón por la Tierra.
Hay una diversidad tremenda en la comunidad de ser humano en la Tierra, hay algunas cosas comunes, vayas donde vayas de este precioso lugar, sobre todo hay una que se evidencia más en estos tiempos. En realidad parece que son dos aunque tengo mis dudas de que solo sea una por lo que he ido comprobando con los viajes y las personas a las que acompaño en algún momento de restaurar el rumbo a su corazón.
Lo común que veo es la amabilidad con la que el ser humano se trata a sí mismo y como consecuencia con otros. También veo como esa amabilidad está siempre en transformación como el Universo, en evolución. La amabilidad como la capacidad del ser humano de percibirse amado, sentir la amabilidad de la vida en la cotidianidad.
La personalidad tiene la tendencia por su diseño, por ahora, de relacionarse con lo que ha conocido hasta ese momento por parte de su sistema de biodefensa, el ego. Aunque claro, si el origen de donde procedes está relacionado con pasarlo mal, o alguna forma de maltrato de las habituales en los modelos sociales con poca amabilidad, vamos esa sensación de una vida dura, en la que luchar llevando a cabo algún tipo de guerra, algún infierno.
Y sin darte ni cuenta, para seguir en la situación conocida, de manera natural te verás inmerso en las experiencias necesarias que te faciliten vivir en el infierno conocido, tenga la forma que tenga el infierno como se manifiesta en tu vida.
De hecho las experiencias son tan diversas como la diversidad de las personas, son infinitas y conviven en este mismo momento aunque van cambiando un poco su aspecto con el tiempo.
Es curioso como hay una resistencia a vivir mejor, a una buena vida, a vivir bien. Suele darse a lo largo de la vida, como si al entrar en un espacio que a tí parezca el cielo en la tierra, te parezca algo extraño. Sientes una cierta incomodidad, vamos para cuestionarlo lo suficiente y convertirlo en un inconveniente e incluso en un lío para quedarte fuera del cielo que tu corazón sueña.
Lo he visto en mi el primero, a la vez lo he ido viendo y lo veo en muchos lugares, diferentes personas del mundo y aún más en estos momentos. Se da la paradoja actual que el infierno es lo que te enfría el corazón y el alma, te vacía, te congela, te robotiza como algo artificial. Mientras el cielo es lo que te hace sentir caliente, radiante, tu corazón bombea como el sol irradia, llevando el Amor por la Vida allí donde vas.